Abrió el libro por la mitad y se lo acercó a la cara”. Clavo su nariz en la hendidura de los pliegos, olía a papel humedecido, a restos de polvo y corteza de árbol, lo cerró y lo alejó de su cara hasta que sus ojos distinguieron en la cubierta una acuarela del salto y comparó el salto de la pintura con el salto de la realidad. Ya no se parecían, los mismos ojos enfocaron las letras del título y el nombre del Autor, era un breve tratado sobre la geografía de ANGOSTA, escrito por un oscuro académico Alemán. Miró la dedicatoria, era familiar, ojeó el índice, se saltó el prólogo y llegó hasta esta página, la primera que sus ojos empiezan a leer en este instante.
Es un territorio en el extremo noroeste de la América Meridional, va desde el Océano Pacífico hasta el río Orinoco, y desde el río Amazonas, hasta el mar de las Antillas. Allí la cordillera de los Andes con más de siete mil kilómetros de recorrido desde la tierra del Fuego se abre en puntas y se sumerge en el Atlántico, casi con seis mil metros de altura la sierra Nevada, por entre los picos corren seis ríos; el Caquetá, y el Putumayo, van a dar en el Amazonas y fluyen hacia el Brasil; el Patía busca el Océano Pacifico; el Atrato recoge las lluvias de las selvas del Chocó para derramarlas en el Golfo del Darién, dos ríos mellizos, el Yuma y el Bredunco marchan hacia el norte, juntan sus aguas y desembocan en Bocas de Ceniza, fangoso desagüe sobre el mar Caribe, con más de mil cuatrocientos kilómetros de travesía, este territorio hace un par de siglos es conocido con el nombre, si la historia del mundo no fuera una cadena de absurdas casualidades debiera llevar todo América “Colombia”.
Había encontrado el libro por la tarde sin buscarlo en la mesa de la Cuña su librería, el título simplemente el nombre de su ciudad, por lo que alcanzaba a inferir después de las primeras frases, consistía en un informe académico escrito en el estilo llano y exhaustivo de los profesores. Jacobo estaba harto del lirismo de literatura, quería leer algo sin huellas de ficción, amaneramiento ni adornos, lo había agarrado en un arranque de curiosidad en el momento de Salir.
Una vez en la puerta miró el cielo sin nubes tuvo la impresión de que la tarde iba a ser soleada y calorosa, distraído como siempre no vió al sur las nubes y las lluvias mientras caminaba hacía el hotel con el libro lo sorprendió los truenos, y los goterones dispersos y gordos como piedras; se desató una de esas tormentas típicas de ANGOSTA a finales de Marzo, para no mojarse aceleró el paso por las entreveradas callejuelas del centro, buscaba los aleros y al final se tapaba con el libro las canas; mientras avanzaba perseguía a casi todas las mujeres con la mirada y se dió cuenta que debía ser miércoles de ceniza porque a muchas de Ellas se les estaba emborronando una mancha oscura en la frente y pensaba que hacia más de veinte años que no se ponía ese memento morí era la única ceremonia religiosa que guardaba de sus padres, acuérdate hombre de que eres polvo y en polvo te haz de convertir polvo no alma, no espíritu o carne que resucita si no la verdad polvo rípio de estrellas que es la sustancia de la que todos estamos hechos, sin ninguna esperanza de que el polvo vuelva a ordenarse hasta formar el ser humano en que consiste cada uno; la lluvia lo hacía ver también en algunos hombres se deshiciera en riachuelos negruzcos que bajaban por los ojos como si quisieran segar los fieles.
Cuando llegó a la Comedia se sintió contento de poder leer y no salir otra vez con semejante aguacero, al encerrarse quiso consultar algo en el computador pero logro contenerse después de cambiarse la camisa humedecida y de hacer un café negro se sentó en su sillón favorito de espaldas al resplandor de la ventana, en la amplia habitación que alquilaba desde hace dos años, sigue leyendo sin mostrar ningún sentimiento de disgusto o placer; la descripción de un tal Hernrich y Guhl que le dedica a la tierra donde queda ANGOSTA:
En la mitad de la cordillera Central o del Quindío en el centro donde los Andes terminan lejos del mar en esa franja del trópico Andino donde la altura de las montañas doblega el calor y el exceso de humedad hay una vasta extensión de cafetales. Allí la zona tórrida la altitud produce una tempera monótona agradable no hay sequias ni llueve demasiado y no padece el azote de huracanes o de explosiones de volcánicas; es fértil la vegetación rica exuberante, las especies de animales es numerosa y mansas.
La capital de este lugar se llama ANGOSTA el clima es perfecto; pero todo en ANGOSTA esta mal es un infierno los habitantes viven en un lugar único privilegiado pero no se dan cuenta y no lo cuidan.
El sitio fué un pueblo aburrido y casi arcádico durante tres siglos, y de repente en menos de cincuenta años creció tanto en las primeras estribaciones de la cordillera. En el valle templado y fértil dónde se fundó ya no queda ni rastro de bosque natural de pastos y cafetos, y hoy todo el territorio esta ocupado por metrópolis de calles de altos edificios, fábricas, centros comerciales y miles de casitas, que se encaraman por las laderas, más de cerca de la tierra fría, o se despeñan por lo precipicios van ha dar en tierra caliente; cuando las familias crecen y lo hijos se casan los habitantes de ANGOSTA tiran una losa de cemento encima del tejado y ha la buena de Dios le construyen una segunda o tercer planta, lo mismo ha pasado con la ciudad por falta de espacio ahora tienen tres pisos con una azotea en tierra fría y un sótano húmedo en tierra caliente; el nombre de ANGOSTA se lo dieron los fundadores, desde el altiplano vieron el valle largo y estrecho, por la mitad corría un río revuelto y malgeniado con remolinos hambrientos y meandros y dudas en su curso que en invierno se salía de madre y en verano dejaba ver lo que era verdad, una mustia quebrada con pretensiones de río de enormes piedras grises pulidas y abrazadas por la sucia corriente, lo pusieron río turbio, no tanto por sus aguas si no más bien por su indolencia traicionera, hoy esto no se nota por que su lecho fué corrido y canalizado a mediados del siglo XX pero la Vegas occidentales sombreadas de fábricas hasta esos años con las lluvias de Marzo o Abril.
Jacobo detiene la lectura y se levanta y mira por la ventana, esta lloviendo como en el libro al fondo hacia arriba se ve la cresta del altiplano, un bordo azuloso velado y con sombra a contraluz de algunos árboles, y trata de calcular desde donde habrán visto los conquistadores el valle de ANGOSTA y como habrá sido antes su apariencia, sin edificios, sin casas, sin ruido, sin muy poca gente y casi sin humo y casi sin sembrados. Vuelve a sentarse y habré el libro se sumerge en las palabras es feliz, ausente de este mundo, embebido en algo aunque habla de su ciudad y que no es en este momento su ciudad si no otra cosa mejor y manejable unas palabras que la representa.
En el fondo septentrional del valle el río se encañona entre dos paredes de peñas afiladas como sierras y termina su curso en el salto de los Desesperados. El salto es una cascada, se precipita por poco menos de mil varas con largas caídas y breves pausas, vertiginoso, en la base sus aguas se rompen y se esconden entre rocio y espumas, la vegetación cambia el clima ya es otro, el sol enardese y la humedad es adensa el aire es pesado y malsano de tierra caliente, el turbio termina allí con un suicidio sin desembocar en ninguna parte como una esponja se lo traga la tierra allí hay cavernas y es posible que el turbio un curso subterráneo, pués por un costado de la cueva de los guácharos no muy lejos del salto vierte agua enterrada que fluye despacio y la base del salto desde tiempo inmemoriales es conocido como Boca del Infierno por la voracidad de cómo se traga el agua dejando a la redonda en el aire rocio que deposita en las hojas de los helechos y de la caña brava, algo de espuma sucia entre las piedras y un inmenso hongo de niebla espesa de color de la leche que se disipa en intervalos hacia el medio día.
Se le impuso Boca del Infierno por motivos religiosos como una admonición a la multitud de sociedades que lo alegian como ideal para terminar la vida por el golpe contra piedras coincidía
con el averno según cuenta una leyenda ANGOSTEÑA que todos las suicidios al caer se convierte en arbusto o guijarros y luego en árboles, en pájaros o piedras y esto obedece a que es imposible rescatar los cadáveres.
con el averno según cuenta una leyenda ANGOSTEÑA que todos las suicidios al caer se convierte en arbusto o guijarros y luego en árboles, en pájaros o piedras y esto obedece a que es imposible rescatar los cadáveres.
Jacobo Lince levanta los ojos y piensa en los suicidas si él lo hiciera no lo haría en el salto y pegaría un tiro o me haría pegar un tiro que aquí es mucho más fácil y más barato, pondría un aviso en el periódico “busco sicario que me quiera matar honrosa o jugosa o al menos decorosa recompensa “y dejaría el teléfono de la comedia, en realidad ya nadie se suicidio por los desaparecidos y no por esto el sitio ha perdido su aroma de desgracia ahora el salto es eso que en ANGOSTA se conoce como un botadero de muertos, primero de un tiro y luego los rematan tirándolos al salto.
Jacobo siente necesidad de confirmar algo sin poderse contener se levanta y mira la pantalla negra; apagada del computador. Vuelve a sentarse y se contiene en un último intento como quien reprime un tic o rechaza un mal pensamiento pero algo lo empuja a poner se de pie e ir hasta el computador hunde una tecla y pantalla se despierta presiona el botón de maus y el ícono del navegador señala la dirección favorita escribe los números de memoria de contraseña y parece en la pantalla "Bienvenido Jacobo Lince Banco de ANGOSTA" cuenta personal saldo disponible $1´044.624, satisfecho siente la tentación de consultar su correo pero se detiene respire señala el icono de salida, y vuelve a su sillón y siguen con el libro.
BIOGRAFÍA DEL AUTOR:
Héctor Joaquín Abad Faciolince es un escritor y periodista colombiano.
Nació en Medellín en 1958. Inició estudios de medicina, filosofía y periodismo en su ciudad natal, ninguno concluido. Finalmente estudió lenguas y literaturas modernas en la Universidad de Turín. Se desempeñó como columnista de la revista Semana, hasta abril de 2008 y a partir de mayo de ese mismo año se reintegró al ahora diario El Espectador como columnista y asesor editorial.
Ha recibido un Premio Nacional de Cuento (1981), una Beca Nacional de Novela (1994) y un Premio Simón Bolívar de Periodismo de Opinión (1998). Obtuvo en España el primer Premio Casa de América de Narrativa Innovadora en el año 2000, y en abril de 2005 le fue conferido en China el premio a la mejor novela extranjera del año por Angosta. En septiembre del año 2010 le fue otorgado el premio Casa de América Latina de Portugal por el libro "El olvido que seremos", como mejor obra latinoamericana.
INFLUENCIAS LITERARIAS:
Ha sido traductor, entre otras, de las siguientes obras de autores italianos: La Sirena y otros relatos, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa; Qui pro quo de Gesualdo Bufalino; Apostillas a El nombre de la rosa de Umberto Eco; numerosos cuentos de Italo Calvino, Leonardo Sciascia, Stéfano Benni, Natalia Ginzburg, etc.
Fue director de la Revista Universidad de Antioquia de 1993 a 1997. En su labor como editor, publicó el índice general de esta revista, hizo traducciones, y rediseñó la publicación. Dirigió también la Colección Celeste de literatura, en la Editorial Universidad de Antioquia, y fue director del Fondo Editorial de la Universidad EAFIT.
Además de ser becario del Servicio Alemán de Intercambio Académico DAAD en 2007, ha sido conferencista invitado en la Universidad de Columbia, en la Feria del Libro de Fráncfort, en las universidades de Verona, Turín, Florencia, Cagliari y Bolonia. Ha asistido como invitado a eventos literarios en numerosos países del mundo como Austria, Francia, España, Hungría, Estados Unidos, Perú, Venezuela, Ecuador,Argentina y Costa Rica, entre otros. Fue jurado de novela del Premio Casa de las Américas de Cuba. También ha sido jurado de los premios de Novela del Ministerio de Cultura de Colombia, de Casa de América de Madrid, de la Cámara de Comercio de Medellín y de otros concursos menores.
Ha sido columnista de las revistas Cromos, Cambio, El Malpensante, y de los periódicos El Espectador y El Colombiano. Es columnista dominical de El Nacional de Caracas, un periódico venezolano. Ha publicado ensayos de tipo académico en reconocidas revistas de Colombia, España, México, Italia y Gran Bretaña.
Sobre su obra literaria hay numerosos libros, revistas, documentales, trabajos y ensayos y tesis publicadas por importantes editoriales académicas. Asimismo existen amplias reseñas de sus libros tanto en castellano como en alemán, italiano, inglés y portugués. Existe una bibliografía extensa sobre sus escritos, preparada por el profesor Augusto Escobar de la Universidad de Antioquia